Me pongo a escribir esta crónica consciente de la dificultad que entraña reflejar todo lo acontecido en este finde memorable (al menos para mí), pero sé que a más de uno le gustará saber de primera mano como fueron desarrollándose los acontecimientos.

En primer lugar quisiera transmitiros a todos que cualquier empresa o iniciativa, por complicada que sea, si se acomete con valentía, trabajo e ilusión, está al alcance de cualquiera.
Por supuesto, todo entraña su dificultad y encima en este caso con un factor añadido de riesgo que tienes que asumir.
Sin tener esto claro, no merece la pena empezar.

En segundo lugar necesitas sentirte apoyado, no hacer el camino solo, a contracorriente.
En este sentido he tenido la inmensa fortuna de contar con el empuje y los ánimos que Isa me ha dado desde el principio, incluso sabiendo que para ella, éste era un calvario que tenía que sufrir en silencio.

Consciente de las limitaciones físicas que entraña estar rozando los sesenta tacos, intenté poner mi cuerpo serrano lo más cerca posible de una condición física aceptable.

Esta preparación fue casi tan dura como la misma carrera, pero era absolutamente necesaria. Conseguí el objetivo deseado, es decir que si tenía que fallar algo, que fuera la máquina y no el piloto.

Los días previos a la carrera fueron intensos. Mi preocupación principal era llegar a tiempo ya que tres semanas atrás, levantando peso hice una rotura fibrilar en el brazo derecho (recordaréis algunos que ya hice Los Tres Valles con esta lesión).
Pero la ilusión y las ganas que todo el equipo estábamos poniendo, podían con todo.

Unos días antes de la carrera JRRC me comunicó que él y Carmen vendrían a pasar todo el finde de la carrera con nosotros. Se habían cogido una habitación en un hotel a 400 metros del circuito para estar en contacto permanentemente.
Esta noticia me alegro doblemente; en primer lugar porque tener el apoyo moral, físico y logístico de un Gran Amigo no se paga. Se tiene.
En segundo lugar porque con Carmen tenía más que asegurado un reportaje fotográfico a la altura de las circunstancias. Muchas de las fotos que Aurea os ha colgado, enviadas por JR “on time” llevan la firma de Carmen. La suya siempre ha sido una labor callada pero magnífica.
A cada uno lo suyo.

No voy a extenderme más en lo que concierne a los días previos de la carrera.
Lo importante es que el sábado día 7 (San Fermín) a las 15:00 estábamos en la parrilla de salida esperando el banderazo para iniciar 24 horas de nervios, angustia, cansancio y felicidad.

Nuestros tiempos en los clasificatorios no habían sido buenos, así que estábamos situados al final de la parrilla.
Martí salió el primero. En el primer paso por línea de meta ya había superado a 7 contrincantes.
Desde aquel momento todo fue subir hacia arriba.

La meteorología acompañaba bastante pues no hacía excesivo calor.
Fuero pasando las horas y nuestro equipo funcionaba como un reloj. Cero problemas. Hacíamos los relevos y los cambios de neumáticos con rapidez.

Llegó la noche y el cansancio se empezaba a notar. Pero los fisios y masajistas que llevábamos hicieron una labor absolutamente crucial. Este es otro elemento clave para una carrera de este tipo.

Rodar de noche es una experiencia increíble. Lógicamente suben los tiempos. Pero las sensaciones son fantásticas.

A mitad de carrera ya vislumbrábamos la posibilidad de hacer podio. Íbamos cuartos, pegados a la Yamaha nº 65 que nos precedía con una vuelta de ventaja. Pero con el amanecer cambiaron las tornas y nos pusimos en tercera posición.

Por supuesto JR no se movía del circuito y puntualmente iba informando a Aurea de lo acontecido para que lo fuera poniendo en el foro. Tan solo durmió 2 horas en toda la noche.

Eran las once de la mañana del domingo.
El sol empezaba a mostrarse implacable en esta mañana de motos y verano.
Llevábamos más de 20 horas de carrera desde el banderazo de salida. Todo estaba saliendo bien. Con pocas incidencias por no decir ninguna.

En pista, mi sobrino Martí agotaba las vueltas que le quedaban para finalizar su relevo.
En veinte minutos entraría en box. Yo debía reemplazarlo.
Seguíamos en la tercera posición, lo que nos daba opción a podio. Los cuartos clasificados rodaban a una vuelta de distancia.
Teniendo en cuenta las horas que llevábamos de competición y que los líderes de la carrera nos sacaban más de 90 vueltas de ventaja, llevarle una vuelta de delantera a tu más inmediato perseguidor significa ir a rueda, literalmente.

Así pues el mundo se me vino abajo cuando repentinamente me sentí indispuesto.
Un fuerte mareo y ganas de devolver daban un duro revés al progreso del equipo.
Sin alarmar a nadie, lo comenté al jefe de equipo, que afortunadamente supo mantener la calma.

Después de un breve cambio de impresiones, le dije que intentaría salir y que si me encontraba muy mal daría alguna señal a mi paso por línea de meta para que se preparan para un nuevo relevo. (nosotros no llevamos radio para comunicarnos con el box como esos pringaos de la Fórmula 1)

El desbarajuste de horarios, comidas, complementos nutritivos, deshidratación, 5 relevos de una hora encima de la moto a toda hostia, más de 30 horas sin dormir, 59 años a mis espaldas…
Pon todo esto en una coctelera sin hielo, y el resultado es “sevavéunfoyónquenosabeandesametío”.
Pero como diría Obelix.. Por Toutatis..!! Un poco de poción mágica, aunque no la necesite y a por esos romanos..
Me subí en la moto sin mucha confianza en mis posibilidades, la verdad…

La primera vuelta fué mediocre.
Al pasar por línea de meta me pegué un erupto descomunal, provocado por el largo trago de una CocaCola milagrosa que me tomé antes de iniciar el relevo.
Aquella reverberación acústica dentro del casco se desvió hacia la toma de aire del motor de mi Yamaha YZF-R6 y de golpe le entraron 5 o 10 CV de potencia añadida.

Empecé a encontrarme mejor, aunque en mis condiciones físicas no estaba la cosa como para tirar cohetes.
Pero sorprendentemente empecé a bajar los tiempos vuelta a vuelta. Era mi último relevo y debía finalizarlo como fuera y salvaguardando la distancia que le llevábamos al cuarto clasificado.
Cada vez rodaba más rápido y ya no sentía molestias.

Finalicé mi relevo y al entrar en box, sin fuerzas apenas para bajarme de la moto, todo el equipo que ya estaba al corriente de la situación, se fundió en una cerrada ovación que me emocionó.
Allí estaba Isa, como no.
Se vino hacia mi. Me dio el agua que necesitaba y el consuelo y la fuerza que ya no tenía.
Mientras me ayudaba a sacarme el mono le expliqué lo que me había pasado (ella no sabía nada) y arranqué a llorar como un idiota.
Pero me liberé.
Pocas veces había sentido nada parecido.

Hoy me siento especialmente bien.
Huelga comentaros lo que vino después de cruzar la meta como tercer clasificado en la categoría Supersport 600.

Todo eran abrazos, risas, lágrimas… Una experiencia única de verdad.
El podio, la copa, el cava.
No había otra cosa en el mundo más importante para nosotros que aquel grupo humano que con tanto esfuerzo había conseguido una gesta poco menos que impensable.

Tuvimos la compañía de muchísima gente, de la familia, amigos, y de estos incondicionales del Club que les gusta moverse donde huela a gasolina.
Gracias a José Emilio, Jaime, Pepo, Andy, el Medina por querer estar cerca estos momentos.
Y por supuesto gracias, mil gracias a JR y Carmen.

Esta copa que llevo en la mano es para todos vosotros. Y muy especialmente para la gente que amo.
Un fuerte abrazo para todos.