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  • Este debate tiene 7 respuestas, 2 mensajes y ha sido actualizado por última vez el hace 16 años por Anónimo.
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    Anónimo
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    Ya se que se ha quedado un poco anticuado, pero recurro al Sr. Moderador por si sabe donde lo puedo encontrar:

    #101542
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    quote Amador:

    Ya se que se ha quedado un poco anticuado, pero recurro al Sr. Moderador por si sabe donde lo puedo encontrar

    Lo raro Amador es que no te hubieses quedado con algún ejemplar, puesto que si os fijáis BMWién se lee perfectamente “By Amador”, pero si es así yo buscaría por aqui:

    http://www.loteriamanolita.com/

    Es de antaño también y quizás tenga alguno.

    #101543
    Anónimo
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    Amador he buscado y he encontrado esto, supongo que te será de utilidad:

    Estoy cansado y aburrido, aquí solo hay obscuridad. Y lo peor, lo peor es que no existen las intersecciones. No hay ángulos, no hay esferas; de hecho no hay nada, ni siquiera consigo palparme a mí mismo. De modo que hasta dudo de mi propio ser.
    Quiero volver, ahora se que nunca debí buscar la salida y perder aquellos siete años. Pero sé también que hubiese llegado aquí de todos modos, y que si no hubiese perdido aquellos años, ahora no sabría como regresar.
    Estoy absolutamente seguro de que puedo encontrar la manera, debo esforzarme en utilizar mis conocimientos sobre ángulos y esferas para no volver a perder el tiempo.
    Pero, ya lo dije antes, aquí no hay ni ángulos ni esferas, de todos modos creo que no me servirían, como no me sirvieron para llegar aquí, solo la casualidad me trajo. Así que creo conocer, ahora sí, el secreto, la clave. Debo conjurar la casualidad de forma que se vuelvan a dar las condiciones precisas para poder volver a pasar.
    Pienso en un calcetín, cuando los usaba la casualidad y mi natural despistado hacía que un día las costuras quedaran en el interior y otro en el exterior. Debe ser eso, la casualidad es como un calcetín, tiene dos caras, pero vemos siempre la una o la otra, nunca las dos a la vez.
    Aquí el tiempo está vacío, no existe y eso me permite pensar, solo pensar.
    Si cojo un perro y metiéndole la mano por la boca llego a cogerle el rabo, puedo tirar de el y darle la vuelta., como con el calcetín, será un perro, el mismo perro, pero veremos su “otra cara”, la cara oculta, la otra parte.
    Ese es el lugar donde yo estoy, “la otra parte”, si consigo darle la vuelta podré regresar.
    Me siento en condiciones de afirmar que se “qué hacer”, pero aún no se “como hacerlo”, de modo que creo haber resuelto la mitad de mi problema.
    Sigo dándole vueltas y me asaltan algunas dudas; ¿Y si el calcetín y el perro no fueran buenos modelos? Quizás la idea de una cinta a la que hayamos unido sus extremos girando previamente uno de ellos, sea una idea más apropiada. Podemos desplazarnos por la cinta de modo que recorremos ambos lados alternativamente con total solución de continuidad. Estamos dentro o fuera sin brusquedades, sin “darnos cuenta”. Voy a seguir pensando más en ello.
    Me asaltan más ideas. El espejo, el espejo también me habla de dos lados. Si normalmente vemos reflejada en su superficie la realidad que nos rodea, es posible que traspasándolo veamos “otra” realidad, al fin y al cabo los espejos no hacen más que producir espejismos, y bien podría ser que la “realidad” que vemos en el espejo no sea más que un espejismo de la realidad que su otra cara oculta.
    Allí, cuando buscaba la puerta de salida disponía de objetos, de lugares, de situaciones, en definitiva disponía de “herramientas” para poder trabajar con ellas, aquí solo me tengo yo y ni de eso estoy del todo seguro, de manera que soy consciente de que tengo un problema. Por mucho que piense, y aún por mucho que acierte en lo que pienso, ¿Cómo puedo “materializarlo”?, ¿Qué debo crear? Y sobre todo ¿Con qué lo creo?
    También es cierto que todo lo que hice para conseguir pasar no sirvió de hecho para nada, solo la casualidad me hizo pasar. Me convenzo de que la fórmula no esta en crear nada material, solo mi pensamiento, solo mi habilidad para conjugar pensamientos en la forma precisa, en el tiempo exacto y en el modo correcto, harán…, desharán el camino, me retornarán.

    #101544
    Anónimo
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    Me había olvidado Amador que al pié ponía

    Continuará

    Y continúa así:

    #101545
    Anónimo
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    Y continúa así:

    Es cierto, ahora desde la calma de este lugar lo empiezo a comprender.
    Por aquel entonces eran ya muchos los meses transcurridos en los que una única obsesión me asaltaba todas las noches cuando en la soledad de mi cuarto inspeccionaba todos y cada uno de los ángulos. Incluso los más insignificantes.
    Durante ese tiempo se fue apoderando de mí la firme convicción que la única escapatoria, la única puerta de salida, tenia que encontrarse en un ángulo, o en una confluencia de ellos.
    De rodillas en el suelo o subido a una silla pasaba mis dedos por todos los ángulos de mi habitación, incluso por los ángulos que forman el rodapiés y la pared, o los ángulos del techo.
    Sabía, intuía que los ángulos escondían la puerta, el hueco, el paso hacia el otro lado.
    Me dediqué con fruición enfermiza a leer todo lo que pude encontrar que hablara de ellos, pronto “De Triangulis omnimodis” o “Epiome in Almagestum” dejaron de tener secretos para mí. Así descubrí casualmente y gracias a Landáburu, la trigonometría esférica y con ello la relación entre ángulos y círculos. Eso me dio nuevas pistas y amplió mis obsesiones, ya no sólo observaba y repasaba con mis dedos todo objeto con formas angulares que se me presentaba, también los esféricos recababan mi atención, incluso las más disparatas combinaciones entre los unos y los otros me tenían obsesionado.
    En cierta ocasión dispuse dentro del globo de una lámpara un viejo cartabón de madera de 10 centímetros recuperado de entre los objetos de mi época de escolar. Lo coloqué plano en el fondo de la esfera, procurando con sumo cuidado que sus tres vértices apoyaran en sendos puntos de la misma. Luego subido a un pequeño escabel alcancé la parte superior de la puerta del lavabo, la entreabrí -abría hacia la izquierda- lo suficiente, justo 50º, para poder disponer el globo de cristal de modo que se aguantara apoyado sobre la puerta y recostado sobre la pared. Tardé más de una hora hasta quedar convencido que el lado más largo del cartabón coincidía exactamente con la arista de la puerta de modo que el ángulo que marcaban la puerta y el lado del cartabón con el marco fueran exactamente iguales, al tiempo, que la distancia entre el punto más cercano de la esfera al vértice que formaban la puerta y el marco fuera la misma que la longitud del lado mayor del cartabón.
    No podía explicar a nadie mis obsesiones so pena de aparecer ante sus ojos como un loco y eso complicaba en extremo mis experimentos al no poder contar con ayuda.
    Tras varios intentos conseguí mi objetivo, y allí, sobre la puerta, como por arte de magia se sostenía el globo con su contenido. Cerré las ventanas y apagué todas las luces. En silencio y con una enorme excitación interior dejé fluir el tiempo.
    Nada, amaneció y no había ocurrido nada.
    Dediqué varias semanas a mejorar mi experimento. Introduje en la esfera tres compases –el desván aún guardaba una completa caja de ellos-, abiertos de forma que reproducían los ángulos del cartabón, y conseguí que a su vez estos soportaran sobre ellos en precario, pero con suficiente equilibrio, sendas canicas de vidrio cuyo volumen era exactamente 156 veces menor que el del globo. Las mismas veces que era menor la longitud del lado mayor del cartabón que el perímetro de la puerta del lavabo.
    Me pasaba el tiempo entrando y saliendo por la ventana del lavabo, lo hacia mediante una escalera situada en el exterior y formando con el suelo un ángulo de 117º, pues en ese lado de la casa la altura hasta la ventana era de 187 centímetros. Cubrí todas las aristas y ángulos de las paredes y techos del lavabo con pelotas de goma que me veía obligado a sobre hinchar con una mancha manual para que su volumen fuese el mismo que el del globo, las aguantaba en su lugar con un listón de madera de los que se utilizan para proteger los cantos de las paredes. Coloqué 46 pelotas.
    Durante todo ese tiempo cada noche me entregaba al mismo ritual; cerrar las ventanas y apagar todas las luces.
    Cada fracaso me empujaba con más fuerza a un nuevo ensayo, cada ensayo me obligaba a leer y releer textos y tratados. Euler, Regiomontano, Fibovacci, Euclides, Galileo…, se convirtieron en mis maestros.
    Senos, cosenos, tangentes, cuadrantes, radianes, funciones. Me resultaban tan familiares que ninguna otra cosa ocupaba mis pensamientos.
    Ahora, creedme, me resulta doloroso hablar de esos siete años que pasé prisionero de mi obsesión. Ahora sé que perdí todo ese tiempo inútilmente, se que aunque hubiese vivido mil años dedicados a lo mismo, nunca hubiese descubierto la puerta, la salida.
    También se que tenia razón, y que la respuesta está en los ángulos, en las esferas y en las medidas, pero que esta no se puede pretender encontrar a voluntad, simplemente, al margen de tu voluntad, la respuesta te encuentra a ti.
    Hastiado de los rotundos y constantes fracasos en mí peculiar búsqueda, decidí olvidarme de todo y dedicarme a una vida más normal, más corriente. Recuperé mis antiguos hábitos, el trabajo, los amigos, el gusto por la comida, el cine, la lectura de entretenimiento…, y la moto, sobre todo, la moto.
    Cuarentiseis días después de mi decisión, en una fría mañana de enero, la del día siete, cuando estaba trazando una curva de izquierdas en la A-10 a 156 Km./h y cuando el ángulo de inclinación de la moto era de 50º, el neumático delantero explotó, 187 metros por delante, sin yo saberlo, me esperaba amenazador un muro inclinado 27º con respecto a la vertical, el ángulo justo -117º con respecto al suelo- para permitirme pasar y llegar aquí.
    Por fin encontré la puerta.

    Continuará…

    Espero Amador que mi hallazco te sea de ayuda, aunque si hago memoria BMWién es cierto que alguno de estos párrafos me suena de algo, quizás debido a mis excursiones caseras para evitar el insomnio, de todos modos, como podéis observar todos…….. Continuará…

    #101546
    Anónimo
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    Pako, eres un crak, pero…

    Pero se te han traspapelado las hojas (se entiende, era una edición antigua, encuadernada al hilo).

    De hecho la segunda parte es la primera y viceversa.

    Bueno, vamos al caso; yo lo preguntaba por que he añadido un “post-epílogo”. No se si recordais que la historia se daba por terminada, pero…

    Pero quedaba intencionadamente coja, quiero decir que uno de los protagonistas de la misma desaparecia sin dejar rastro y sin que se hiciera mención de ello.

    Bien, ahora que el enigma está resuelto he pensado que quizás tendríais curiosidad por saber que pasó, y para que no quedara como una historia aislada, que mejor que publicar de nuevo todo el relato (si os parece bien).

    Pero (otro “pero”), como la história es antigua (ver la imagen del post inicial), y yo no soy tan buen archivero como vos, no he encontrado el rincón cibernetico donde deje los papeles.

    Grácias, Sr Moderador.

    #101547
    Anónimo
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    quote Amador:

    Pero (otro “pero”), como la história es antigua (ver la imagen del post inicial), y yo no soy tan buen archivero como vos, no he encontrado el rincón cibernetico donde deje los papeles.

    Grácias, Sr Moderador.

    Amador, ¿buscabas esto?:

    Tema: R-I -Trigonometria motera (Completo)
    Enviado: 19 Febrero 2007 a las 9:04pm – IP: 80.34.222.43

    Es cierto, ahora desde la calma de este lugar lo empiezo a comprender.

    Por aquel entonces eran ya muchos los meses transcurridos en los que una única obsesión me asaltaba todas las noches cuando en la soledad de mi cuarto inspeccionaba todos y cada uno de los ángulos. Incluso los más insignificantes.

    Durante ese tiempo se fue apoderando de mí la firme convicción que la única escapatoria, la única puerta de salida, tenia que encontrarse en un ángulo, o en una confluéncia de ellos.

    De rodillas en el suelo o subido a una silla pasaba mis dedos por todos los ángulos de mi habitación, incluso por los angulos que forman el rodapiés y la pared, o los angulos del techo.

    Sabía, intuía que los ángulos escondian la puerta, el hueco, el paso hacia el otro lado.

    Me dediqué con fruicción enfermiza a leer todo lo que pude encontrar que hablara de ellos, pronto “De Triangulis omnimodis” o “Epiome in Almagestum” dejaron de tener secretos para mí.Así descubrí casualmente y grácias a Landáburu, la trigonometría esférica y con ello la relación entre ángulos y círculos. Eso me dio nuevas pistas y amplió mis obsesiones, ya no sólo observaba y repasaba con mis dedos todo objeto con formas angulares que se me presentaba, también los esféricos recababan mi atención, incluso las más disparatas combinaciones entre los unos y los otros me tenian obsesionado.

    En cierta ocasión dispuse dentro del globo de una lámpara un viejo cartabón de madera de 10 centímetros recuperado de entre los objetos de mi época de escolar. Lo coloqué plano en el fondo de la esfera, procurando con sumo cuidado que sus tres vértices apoyaran en sendos puntos de la misma. Luego subido a un pequeño escabel alcancé la parte superior de la puerta del lavabo, la entreabrí -abría hacia la izquierda- lo suficiente, justo 50º, para poder disponer el globo de cristal de modo que se aguantara apoyado sobre la puerta y recostado sobre la pared. Tardé más de una hora hasta quedar convencido que el lado más largo del cartabón coincidía exactamente con la arista de la puerta de modo que el ángulo que marcaban la puerta y el lado del cartabón con el marco fueran exactamente iguales, al tiempo, que la distáncia entre el punto más cercano de la esfera al vértice que formaban la puerta y el marco fuera la misma que la lógitud del lado mayor del cartabón.

    No podía explicar a nadie mis obsesiones so pena de aparecer ante sus ojos como un loco y eso complicaba en extremo mis experimentos al no poder contar con ayuda.
    Tras varios intentos conseguí mi objetivo, y allí, sobre la puerta, como por arte de magia se sostenia el globo con su contenido. Cerré las ventanas y apagué todas las luces. En silencio y con una enorme excitació interior dejé fluir el tiempo.

    Nada, amaneció y no habia ocurrido nada.

    Dediqué varias semanas a mejorar mi experimento. Introduje en la esfera tres compases –el desván aún guardaba una completa caja de ellos-, abiertos de forma que reproducian los ángulos del cartabón, y conseguí que a su vez estos soportaran sobre ellos en precario, pero con suficiente equilibrio, sendas canicas de vidrio cuyo volumen era exactamente 156 veces menor que el del globo. Las mismas veces que era menor la longitud del lado mayor del cartabón que el perímetro de la puerta del labavo.

    Me pasaba el tiempo entrando y saliendo por la ventana del lavabo, lo hacia mediante una escalera situada en el exterior y formando con el suelo un ángulo de 117º, pués en ese lado de la casa la altura hasta la ventana era de 187 centímetros. Cubrí todas las aristas y ángulos de las paredes y techos del lavabo con pelotas de goma que me veía obligado a sobreinchar con una mancha manual para que su volumen fuese el mismo que el del globo, las aguantaba en su lugar con un listón de madera de los que se utilizan para proteger los cantos de las paredes. Coloqué 46 pelotas.

    Durante todo ese tiempo cada noche me entregaba al mismo ritual; cerrar las ventanas y apagar todas las luces.

    Cada fracaso me empujaba con más fuerza a un nuevo ensayo, cada ensayo me obligaba a leer y releer textos y tratados. Euler, Regiomontano, Fibovacci, Euclides, Galileo…, se convirtieron en mis maestros.

    Senos, cosenos, tangentes, cuadrantes, radianes, funciones. Me resultaban tan familiares que ninguna otra cosa ocupaba mis pensamientos.

    Ahora, creedme, me resulta doloroso hablar de esos siete años que pasé prisionero de mi obsesión. Ahora sé que perdí todo ese tiempo inutilmente, se que aunque hubiese vivido mil años dedicados a lo mismo, nunca hubiese descubierto la puerta, la salida.

    También se que tenia razón, y que la respuesta está en los ángulos, en las esferas y en las medidas, pero que esta no se puede pretender encontrar a voluntad, simplemente, al margen de tu voluntad, la respuesta te encuentra a ti.

    Hastiado de los rotundos y constantes fracasos en mí peculiar búsqueda, decidí olvidarme de todo y dedicarme a una vida más normal, más corriente. Recuperé mis antiguos hábitos, el trabajo, los amigos, el gusto por la comida, el cine, la lectura de entretenimiento…, y la moto, sobre todo, la moto.

    Cuarentaiseis días después de mi decisión, en una fría mañana de enero, la del día siete, cuando estaba trazando una curva de izquierdas en la A-10 a 156 Km/h y cuando el ángulo de inclinación de la moto era de 50º, el pneumático delantero explotó, 187 metros por delante, sin yo saberlo, me esperaba amenazador un muro inclinado 27º con respecto a la vertical, el ángulo justo -117º con respecto al suelo- para permitirme pasar y llegar aquí.

    Por fin encontré la puerta.

    CAPITULO I
    Estoy cansado y aburrido, aquí solo hay obscuridad. Y lo peor, lo peor es que no existen las intersecciones. No hay ángulos, no hay esferas; de hecho no hay nada, ni siquiera consigo palparme a mí mismo. De modo que hasta dudo de mi própio ser.
    Quiero volver, ahora se que nunca debí buscar la salida y perder aquellos siete años. Peró sé también que hubiese llegado aquí de todos modos, y que si no hubiese perdido aquellos años, ahora no sabría como regresar.
    Estoy absolutamente seguro de que puedo encontrar la manera de regresar, debo esforzarme en utilizar mis conocimientos sobre ángulos y esferas para no volver a perder el tiempo.
    Pero, ya lo dije antes, aquí no hay ángulos ni esferas, de todos modos creo que no me servirian, como no me sirvieron para llegar aquí, solo la casualidad me trajo. Así que creo conocer, ahora sí, el secreto, la clave. Debo conjurar la casualidad de forma que se vuelvan a dar las condiciones precisas para poder volver a pasar.
    Pienso en un calcetín, cuando los usaba la casualidad y mi natural despistado hacían que un día las costuras quedaran en el interior y otro en el exterior. Debe ser eso, la casualidad es como un calcetín, tiene dos caras, pero vemos siempre la una o la otra, nunca las dos a la vez.
    Aquí el tiempo está vacio, no existe y eso me permite pensar, solo pensar.
    Si cojo un perro y metiéndole la mano por la boca llego a cojerle el rabo, puedo tirar de el y darle la vuelta., como con el calcetín, será un perro, el mismo perro, pero veremos su “otra cara”, la cara oculta, la otra parte.
    Ese es el lugar donde yo estoy, “la otra parte”, si consigo darle la vuelta podré regresar.
    Me siento en condiciones de afirmar que se “qué hacer”, pero aún no se “como hacerlo”, de modo que creo haber resuelto la mitad de mi probleba.
    Sigo dándole vueltas y me asaltan algunas dudas; ¿Y si el calcetín y el perro no fueran buenos modelos?. Quizás la idea de una cinta a la que hayamos unido sus extremos girando previamente uno de ellos, sea una idea más apropiada. Podemos desplazarnos por la cinta de modo que recorremos ambos lados alternativamente con total solución de continuidad. Estamos dentro o fuera sin brusquedades, sin “darnos cuenta”. Voy a seguir pensando más en ello.
    Me asaltan más ideas. El espejo, el espejo tambien me habla de dos lados. Si normalmente vemos reflejada en su superficie la realidad que nos rodea, es posible que traspasándolo veamos “otra” realidad, al fin y al cabo los espejos no hacen más que producir espejismos, y bién podría ser que la “realidad” que vemos en el espejo no sea más que un espejismo de la realidad que su otra cara oculta.
    Allí, cuando buscaba la puerta de salida disponia de objetos, de lugares, de situaciones, en definitiva disponía de “herramientas” para poder trabajar con ellas, aquí solo me tengo yo y ni de eso estoy del todo seguro, de manera que soy consciénte de que tengo un problema. Por mucho que piense, y aún por mucho que acierte en lo que pienso, ¿Cómo puedo “materializarlo”?, ¿Qué debo crear? Y sobre todo ¿Con qué lo creo?.
    También es cierto que todo lo que hize para conseguir pasar no sirvió de hecho para nada, solo la casualidad me hizo pasar. Me convenzo de que la fórmula no esta en crear nada material, solo mi pensamiento, solo mi habilidad para conjugar pensamientos en la forma precisa, en el tiempo exacto y en el modo correcto, harán…, desharán el camino, me retornarán.

    CAPITULO II
    Desde hace ya algún…, iba a decir tiempo, no, no es correcto, aquí todo transcurre de un solo tirón, sin pausas, sin referéncias de ningún tipo. No se siente nada físico, solo la mente parece ocuparlo todo, serlo todo. Dejadme intentar describir la novedad; parece que “oigo” como un rumor, un siseo como cuando te colocas un vaso en cada oido, a veces incluso se insinua débilmente algo parecido a una nota musical. También súbitamente creo sentir como si algo acariciara nuy tenuemente mi piel, ¿mi piel?.
    Por momentos tengo la sensación de estar reposando sobre algo, incluso la sensación de ingravidez que me ha acompañado en todo momento desde que pasé la puerta, parece perder intensidad. Es como si un sentido más físico, más palpable fuera poco a poco adueñándose de mi mente. Me siento invadido de sensaciones, no, invadido no, rodeado de nuevas, distintas y ,la verdad, lo confieso, añoradas sensaciones.
    Creo que todo eso es una señal de que “trabajo” en la dirección adecuada, de que voy por el buén camino en cuanto a mi propósito de regresar. Presiento que me acerco, que ya se estan produciendo las combinaciones de pensamiento precisas y adecuadas, y mi predisposición mental para que todo encaje coincide con todo ello , así haré posible que la casualidad combine perfectamente con mi trabajo y me halle en la puerta en el momento exacto en que esta se abra y me permita cruzarla.
    Esperad, en este momento “veo” a través de mis párpados, mis párpados… ¿mis párpados?…, veo una luz, blanca, una luz blanca, una luz blanca, ondulante, luz ondulante que llena, no, invade mi cerebro. Un momento. Oigo, sí, sí, oigo…, una voz se mezcla con la ondulan…, con la luz blanca… todo se mezcla, se funde con mis penamientos…, estoy confuso, ¿mareado?…Distingo un rostro, la silueta de una cara en la luz, entre la luz, no, en medio de la luz… ¿Mateo?…¿Prados?…¿Matías?…¿Como se llama?…el equipo médico…que cumplidos 47 dias del accidente…afirm…sin…indicios…síntomas de superar el profundo coma… Y en el ámbito internacional Israel ha…
    ¡Es la tele!
    Estoy en un…. ¡ENFERMERAAAAAA!

    EPILOGO

    Vamos con las noticias locales.

    Esta misma mañana, 156 días después del misterioso accidente, el portavoz de las autoridades policiales a manifestado no disponer de ninguna pista fiable sobre el paradero de la motocicleta.

    Recuerden ustedes que el unico rastro encontrado tras el accidente es el enigmático surco de 186 metros de longitut dejado en el suelo al parecer por algún elemento saliente del vehículo –posiblemente una estribera-. El surco se inicia en medio de la calzada y termina justamente al pié del muro con el que al parecer no llegaron a impactar, ni la motocicleta ni su conductor.

    Las esperanzas puestas en la versión de los hechos de su protagonista tras su prodigiosa recuperación, no han hecho más que incrementar la cofusión.

    La ingente cantidad de datos referentes a velocidades, fechas, ángulos, distàncias, etc, que ha aportado, si bién han sido comprobados minuciosamente por los expertos de la policia y sorpredentemente resultan ser ciertos, no aportan ninguna luz con respecto al paradero del vehículo.

    Parece haberse esfumado.

    Editado por Amador – 27 Marzo 2007 a las 8:04pm

    Un egoísta es una persona que piensa más en sí misma que en mí.
    (Ambrose Bierce) paco casas2008-11-27 10:31:27

    #101548
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    Así es. Mil grácias Pako.
    En cuanto tenga un momento colgaré la continuación.

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