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  • Este debate tiene 12 respuestas, 2 mensajes y ha sido actualizado por última vez el hace 14 años, 9 meses por Anónimo.
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    CAPITULO 1º
    A pesar de lo gélido del ambiente gruesos goterones se le desprendían de la frente mojando la visera también por la parte interior, o eso le parecía a él, ya que era tanta el agua que estaba cayendo que era imposible distinguir la que empezaba a calar desde fuera de la producida por el sudor debido a su propio esfuerzo.

    Tenía que llegar a la cima del puerto como fuese y debía hacerlo lo antes posible, el asfalto ya ni se veía y una densa cortina de agua se precipitaba por él, dando a la carretera el aspecto de un río embravecido. Luchaba desesperadamente por mantener su moto en la vertical y circulaba por lo que intuía era el centro de la calzada, pues ya no podía distinguir las cunetas del propio asfalto.

    En un corto tramo recto se vio obligado a acelerar de forma temeraria para poder atravesar la cascada de agua que desde la vertiente izquierda de la montaña se precipitaba sobre la carretera tras haber desbordado completamente el cauce. Un ensordecedor estruendo justo a su espalda sucedió de inmediato a la derrota de la carretera ante el ímpetu del agua desmadrada.

    -Por aquí no podré volver a pasar. Pensó.

    La potente luz del faro, a pesar de ser las doce de la mañana, apenas si podía abrirse paso entre la cortina de agua y el mortecino color gris que colonizaba el día. Finalmente, y tras caer un par de veces y volver a levantar la moto a fuerza de puro desespero, logró llevar su GS hasta el alto del puerto, donde sabía, por conocerlo de anteriores visitas, que a su izquierda se extendía un prado en el que a unos cien metros de la carretera se levantaba una pequeña cabaña de pastores hecha de piedra seca. Allí podría refugiarse hasta que amainara.

    Casi a tientas y guiándose más por su recuerdo que por lo que le permitía la vista, se dirigió a lomos de la GS hacía donde creía que se hallaba el que iba a ser su refugio.

    Tras recorrer a penas veinte o treinta metros, con el agua hasta los tobillos y en medio de una nube de vapor producida por el propio motor en contacto con el agua, la rueda delantera se hundió más de medio metro haciéndolo casi saltar por delante del manillar.

    Decidió dejar la moto allí mismo, sacó la llave del contacto, destrabó el pequeño “top-case” que transportaba en la trasera, y se dispuso a recorrer a pié los escasos ochenta metros que lo separaban de la cabaña.

    Aguzando la vista pudo distinguir, entre la lluvia, la pequeña construcción y puso todo el empeño en llegar a ella luchando con el barro que aferrándose con inusitada fuerza a sus botas parecía decidido a no dejarlo escapar.

    Entró casi de rodillas por la minúscula abertura llevando el “top-case” delante de él, y permaneció unos minutos recostado contra la pared en la más completa oscuridad. Luego, lentamente, se quitó los guantes y el casco y abrió el “top-case” en busca de la pequeña linterna de “leds” y el par de mecheros que siempre solía llevar.

    Milagrosamente la linterna y uno de los mecheros funcionaban y pudo hacerse una idea de lo que lo rodeaba;

    El espacio era circular y angosto, apenas un metro y medio de altura. El suelo estaba seco ya que la cabaña se hallaba ligeramente elevada respecto al terreno circundante. Por un agujero en el techo, junto a la pared, entraba el agua de la lluvia, pero volvía a salir por otro, también junto a la pared, sin afectar el resto del piso. También vio, a un lado, un haz de leña milagrosamente seca, y formado por troncos de diversos calibres.

    Después de más de una hora, que le pareció eterna, empezó a amainar. Ahora llovía débilmente, y desde el techo de la cabaña se elevaba con firme vocación de verticalidad, una blanca y espesa columna humo como única señal de vida en mitad de la nada.

    Tras despojarse de la ropa, vaciar de agua sus botas y volverse a medio vestir con las prendas de recambio que llevaba en la bolsa estanca del “top-case”, esperó al calor de la lumbre entre lágrimas y carraspeos producidos por el humo a que dejara de llover del todo.

    No tenía ni idea de la hora –su móvil había dejado este mundo tras no poder resistir una apnea tan prolongada dentro del bolsillo de la cazadora- pero era de día, así lo corroboró un frío pero intenso rayo de sol que se colaba por la entrada de la cabaña.

    Salió al exterior y pudo ver como en el horizonte las nubes mostraban una herida por la que se habría paso la luz de un sol que pugnaba con fuerza por acabar de rasgar la densa capa de nubes que ya empezaba a flaquear en su empeño por ahogar el mundo.

    La GS seguía cabizbaja, como postrada, con la rodilla de su rueda delantera clavada en el blando suelo. Estiró del manillar hacia atrás apoyando en el firme sus empapadas botas, y no sin esfuerzo logró rescatarla de las garras del barro. Puso la llave y dio al contacto. Tras toser con un tono inusual, metálico y apagado, casi lúgubre, el bóxer cobró fuerza dejando escapar un familiar y bronco murmullo que de inmediato se extendió por el prado.

    Salió hasta la carretera, giró a la izquierda y se dispuso a descender el puerto sin deshacer camino. La ropa húmeda le producía escalofríos y los guantes seguían escupiendo agua cada vez que apretaba el embrague o afirmaba la mano sobre el puño del gas.

    Recorrió, con dificultad, unos doscientos metros sorteando toda suerte de piedras, barro y troncos hasta que una brecha de dos metros de anchura y al menos otros tantos de profundidad, atravesando la estrecha cinta de asfalto, lo obligaron a dar la vuelta…

    La tiritera y el mal estar producidos por la humedad que impregnaba la ropa quedaron como un lejano e inocuo recuerdo ante la creciente sensación de vacío que iba conquistando su estómago -solo un triste cortado lo había visitado en las últimas quince horas-, el hambre se manifestaba con hiriente intensidad .

    Su carácter tranquilo y la estoicidad con que afrontaba habitualmente los problemas empezaban a verse alterados. Un problema seguía a otro, superponiéndose al precedente, pero sin hacerlo desaparecer.

    Dejó la moto, esta vez en medio de la carretera –le gustaba ser trasgresor- ahora que podía, y a pesar de su negro horizonte, se sonrió a si mismo, satisfecho;

    -Que vengan los “mossos” y me multen si pueden. Que les den.

    Ya instalado de nuevo en la cabaña, comprobó lo rápido que se consumía la leña y decidió salir en busca de más troncos para que pudieran ir secándose antes de que se acabara toda.

    Acompañado de la creciente luz del sol se internó en el bosquecillo que se extendía ladera abajo detrás de la cabaña y fue recogiendo ramitas y troncos. De repente llamó su atención un rodal de setas que ocupaba un pequeño claro en la espesura del bosque. Dejó a un lado la carga de leña y quitándose la chupa la dispuso en el suelo, recogió todas las setas, las colocó sobre extendida chupa, la plegó sobre ellas a modo de bolsa y regresó al refugio de la cabaña cargando satisfecho ambos tesoros, la leña, y la comida.

    …continuará… (seguramente)
    Amador2010-01-31 20:45:37

    #112730
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    efectivamente …continúa…

    Después de dejar la leña y las setas a buen recaudo en la cabaña volvió a salir en busca de una gran cepa con la que se había topado en el camino de regreso. Le costó bastante entrarla por la angosta abertura, pero con ella se aseguraba calor para toda la noche.

    Asó las setas sobre una losa de pizarra que colocó sobre unos rescoldos del fuego que seguía ardiendo y cuando el sol ya se disponia a abandonar el horizonte ddorando con sus reflejos las pocas nuves que aún persitian en pernañecer en el cielo se dispuso a dar cuenta de ellas.

    Casi se podría decir que se encontraba cómodo. La ropa se había secado, la tempertura en la cabaña era agradable y las setas pese al regusto dulzón –que él atrubuyó a la falta de sal-, estaban exquisitas.

    Una vez hubo terminado de dar cuenta del ágape y un poco mareado –según él debido al humo de la hoguera- salió al exterior y bebió largamente de un charco de agua trasparente y límpida que se había formado en medio del prado, donde el terreno formaba una pequeña hondonada. Siendo ya negra noche regresó a la cabaña guiado por el resplandor que surgía por la abertura de la puerta , recolocó la gran cepa junto a las brasas, apiló algunas ramas junto a las demás en el lado opuesto al de la hoguera y estirándose al lado del fuego se tapó con la chupa.

    Durante, quizás, treinta segundos lo fue invadiendo un agradable sopor en el que se sentía ligero e ingrávido mientras iba ascendiendo por una irisada y brillante espiral de humo. Finalmente, con una enorme sonrisa en los labios, se quedó profundamente dormido.

    Fin del Capítulo 1º
    Amador2010-01-31 20:48:03

    #112731
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    quote Amador:

    CAPITULO 1º

    …continuará… (seguramente)

    Ya me parecía a mí que continuaría, pero ¿habrá más capítulos Amador?.

    Por cierto, tu relato me recuerda una salida que hicimos cinco personas de este Club, con cuatro R1150RT y mi K1200RS, “La Marinera”, esos cinco éramos un Cardenal, un Vicario, dos Seminaristas y un Monaguillo…

    La semejanza del relato coincide con unos últimos kilómetros para alcanzar la cima de un Puerto de Montaña fronterizocon niebla, lluvia, fangoy posterior nieve que nos hizo, previsto ya de antemano, parar y entrar en una pequeñaMasía cercana a la carretera, como cobijo, refugio y posterior comida. La sala, caliente ella, estaba llena del humo que provenía de la chimenea, lo cual hizo que nuestras vestiduras quedaranimpregnadas de ese olor tan característico.

    Recuerdo que comimos de todo lo que nos ofrecieron y alargamos la sobremesa hasta que el Sol, tímido él, empezó a entrar por unaentelada y pequeñaventana, lo cual nos avisó de que ya podíamos salir del “refugio” en busca de nuestras motos, no sin antes hundir un poco nuestras botas por el barro del camino, acompañando,casi en volandas,una a una a nuestras monturas, entre los cinco, hasta la carretera.

    #112732
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    Habrá 2º capítulo, sí.
    Espero que lo que le sucedió después a vuestra comitiva eclesial no sea lo mismo que le va a pasar en el siguiente capítulo al protagonista del relato. Amador2010-02-01 14:16:29

    #112733
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    Ya sabes Amador que… “para cosas raras Casas Moragas”

    #112734
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    CAPÍTULO 2º

    Se despertó sobresaltado por lo que le pareció ser el estruendo producido por varias motos que hubiesen entrado en la cabaña. Mientras se incorporaba el sonido fue alejándose en dirección a la carretera. Se frotó los ojos y se colocó las botas, sin ni siquiera afianzar los cierres y comprendiendo que por fin sería rescatado gateó hacia el exterior.

    Allí estaban, en la carretera, probablemente preguntándose que hacia allí una GS maltrecha y abandonada. No podía ver más que la parte superior de los recién llegados debido a la suave pendiente del prado. Con paso decidido y moviendo los brazos sobre su cabeza se dirigió hacia ellos.

    Eran tres, ahora los podía distinguir bien, pero las motos le parecieron extrañas.

    -¡Hey!, ¡Aquí!, les gritó cuando apenas le faltaban veinte metros para llegar.

    Los tres desviaron la mirada de la GS y la dirigieron al recién llegado

    -“Nano”, ¿que te ha pasado?

    Les explicó su particular odisea y ellos se miraron sorprendidos

    -No puede ser, hace diez días que no llueve y aquí, tu mismo lo puedes ver, nunca ha habido ninguna carretera. Nosotros hemos subido desde el pueblo por una trialera que da al final del prado

    Aún incrédulo miró a su alrededor y efectivamente no había rastro de ninguna carretera y además el entorno estaba anormalmente seco para lo que el día anterior había llovido.
    Desde allí incluso pudo distinguir claramente que el gran charco donde había bebido la noche anterior estaba completamente seco.

    No tubo tiempo de intentar comprender lo que pasaba, una voz a su lado interrumpió sus pensamientos;

    -“Nano” ¿Que moto tan rara es esta?, nunca la había visto, ¿La has importado directamente de Alemania?

    Solo entonces se fijó en las tres motos que a diez metros de la suya se aguantaban sobre sus “patas de cabra”. Eran inconfundibles, las identificó de inmediato, no en vano era un gran aficionado a las clásicas, y a pesar de estar sucias de barro reconoció un gran trabajo de restauración. A la “Mike Andrews Réplica” se le escapaba la espuma del asiento por una raja en el “skay”, pero las dos “Sherpas” parecían casi salidas de fábrica.

    -Mira…, ¿como te llamas?
    -Miguel, me llamo Miguel, pero todos me llaman “Peyote”

    -Vale, Miguel, yo soy Joan, este es Ciscu, y Xavi. Debes ser muy bueno para haber llegado hasta aquí con ese tranvía de moto que llevas, así que no tendrás problemas para bajar, si quieres, te acompañamos por la pista trialera hasta el pueblo, en el bar hay un teléfono y podrás llamar.

    Hasta ese momento no había pensado que a pesar de vivir solo, seguramente alguien lo estaría echando en falta, de modo que se apresuró;

    -Voy a recoger las cosas que tengo ahí en la cabaña y nos vamos

    Al cabo de cinco minutos descendieron por el prado hasta un extremo del mismo y allí se adentraron por un estrecho sendero en el que abundaban las roderas dejadas por las trialeras.

    Solo tardaron unos quince minutos en llegar al pueblo, en el fondo del valle, pero el lo hizo completamente agotado. Era verdad, hacia abajo todo va, incluso demasiado. Jamás en su vida se hubiese podido imaginar que sería capaz de descender por semejante lugar con una GS, que además calzaba unos neumáticos mixtos pensados tan solo para pasear por pistas más o menos llanas y practicables.

    Tan solo se cayó tres veces, pero en un sinfín de ocasiones pensó que jamás iba a poderlo contar, incluso en varias de ellas sintió con toda claridad que una parte de su anatomía pasaba, de repente, a ocupar un lugar impropio y que le impedía respirar y deglutir, y le hacía transpirar como un cerdo.

    Con la moto irreconocible, él, con la pinta de un Robinsón Crusoe el día antes de su rescate y temblando como teta de novicia saltando a la comba, entró detrás de sus salvadores en el único bar del pueblo.

    Pidieron unas cervezas y le señalaron el teléfono. Se dirigió hacia el rincón del bar donde, clavado a la pared, se hallaba un antiguo aparato de telefonía. A su lado, suspendidos de una cuerda sujeta por un clavo, había un par de listines telefónicos. Leyó la portada del que estaba delante; “Llista de teléfons de Sant Romá de Sau”

    … continuará…
    Amador2010-02-01 22:52:12

    #112735
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    quote Amador:

    Habrá 2º capítulo, sí.
    Espero que lo que le sucedió después a vuestra comitiva eclesial no sea lo mismo que le va a pasar en el siguiente capítulo al protagonista del relato.

    Pués no es lo mismo Amador, pero se parece un poco, un poquito, pero en vez de Sant Romà de Sau, fué en el Santuari del Far (El Corredor) entre Llinars del Vallés y Dosrius.

    Aunque Miguel, elPeyote, tuvo suerte de encontrar un teléfono, pero ¿iba con monedas o con fichas?, dado que estoy seguro deque no se atrevió a enseñarlessu móvil, ya sin bateria y, al ver el listin teléfonica¿a quién llamaría antes, a su casa o al RACC?.

    Por cierto, lo de la Mike Andrews Réplica y la Sherpa, no me casan mucho con la Montesa Cota 250, pero no te preocupes, yo, a veces, voy con mi Montesa Kenia y me encuentro con una Yamaha 350 RD y se hablan como si conocieran de toda la vida.

    Va, venga “Nano”, perdona, Amador,que tienes folios en blanco.

    #112736
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    ¿De que Montesa Cota 250 hablas?
    Lo de las fichas o monedas del teléfono ya se verá.
    Y el Far sigue estando en seco.

    Pero, sí, es cierto, aún quedan folios en blanco

    #112737
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    …continuando…

    Desconcertado por no recordar haber estado nunca en este pueblo, aún conociendo bien los alrededores –tenía un colega que era de Rupit-, metió en vano la mano en el bolsillo interior de la chupa en busca del monedero, ahora recordaba que la había dejado junto con el inútil móvil en la cabaña, dentro del “top-case”.

    -Joan, ¿Me puedes prestar unas monedas?, he dejado la cartera con el dinero y la documentación allá arriba.

    -¿Monedas?, ¿que monedas?, espera hombre. Y girándose le dijo algo al dueño del bar, alargó la mano hacia él, y girándose de nuevo se encaminó hacia Miguel.

    -Toma, mete una y cuando oigas dos “clics” seguidos metes la otra. Y sonriendo puso en su mano algo parecido a dos monedas de veinte céntimos.

    Tuvo que dar la vuelta a la ficha para que entrara por la ranura. Luego marcó el número del móvil de Sito, su colega de Rupit. Era el que vivía más cerca y además también era uno de los pocos números de teléfono que recordaba de memoria.

    Esperó después de marcar pero solo el silencio ocupaba el auricular. Lo intentó un par de veces más con el mismo éxito y pensó que el teléfono estaba averiado. Se esforzó por recordar algún otro número y tras un par de minutos acertó a componer el fijo de la oficina, era lunes a media mañana y seguro que encontraba a alguien. Marcó los siete números, con el 93 delante, esperó, y apenas diez segundos después…

    -pip..pip..pip..pip…

    Era imposible, la centralita disponía de más de cuarenta líneas y la telefonista jamás retenía ninguna llamada.

    Resignado, volvió a la mesa, se sentó junto a los otros tres y se llevó la botella de “Estrella” directamente a los labios pensando que era una buena idea por parte de la Damm sacar al mercado envases conmemorativos.

    -Chicos, me como un bocata, si me invitáis, claro, y me piro para Barcelona aunque sea sin la documentación, apenas hice diez kilómetros desde el último repostaje y creo que llegaré.

    Los tres se ofrecieron a dejarle prestado algún dinero, pero él lo rechazó categóricamente.

    -No, no, de ninguna manera, ya os he molestado suficiente.

    Por el tono de su voz y la firmeza de la expresión comprendieron que no valía la pena insistir, de modo que se dispusieron a explicarle como llegar hasta la nacional.

    Xavi, con disimulo, aprovechó el momento en que Miguel fue al lavabo, e introdujo un billete de cien y otro de cincuenta en el bolsillo interior de la chupa.
    Amador2010-02-01 23:41:49

    #112738
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    quote Amador:

    Xavi, con disimulo, aprovechó el momento en que Miguel fue al lavabo, e introdujo un billete de cien y otro de cincuenta en el bolsillo interior de la chupa.

    Supongo Amador queel billete de cién Pesetas que le introdujo en la chupa de Miguel,sería parecido a este:

    De estos no tengo ni uno, pero de 1000, conservo tan solouno.

    #112739
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    quote paco casas:

    quote Amador:

    Xavi, con disimulo, aprovechó el momento en que Miguel fue al lavabo, e introdujo un billete de cien y otro de cincuenta en el bolsillo interior de la chupa.

    Supongo Amador que el billete de cién Pesetas que le introdujo en la chupa de Miguel, sería parecido a este:

    De estos no tengo ni uno, pero de 1000, conservo tan solo uno. 

    Creo que vas excesivamente rápido, hombre K

    #112740
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    CAPÍTULO 3º (Primera parte)

    Los apenas tres kilómetros que separaban la modesta carretera local del cruce con la regional que debía tomar para por fin acceder a la nacional que lo llevaría hasta casa le pasaron intentando comprender como era posible que en pueblo tan pequeño hubiese tantos aficionados a los vehículos antiguos. No se cruzó con un solo coche contemporáneo. Vio aparcado, nada más girar en el primer cruce después de despedirse de sus nuevos amigos, un R-8TS amarillo canario que le pareció una preciosidad, poco después un “catorce-treinta efe u” blanco se cruzó con él y los 4L parecía que los regalaran, al menos vió seis o siete antes de salir del pueblo.

    Ya en la comarcal y poco después de acceder a ella un indicador de dirección le llamó poderosamente la atención. Sí. Justo por ese cruce se metió ayer cuando empezaba a llover. Sin pensarlo dos veces giró bruscamente a la izquierda y tomó el desvío del puerto. Al fin y al cabo no lo esperaba nadie, tenía gasolina y además, recuperaría todas sus pertenencias, incluso los documentos y la cartera.

    Iba a buen ritmo pero a medida que ascendía y se iba adentrando en el espeso bosque que bordeaba la carretera, se iba encontrando más y más impedimentos en la calzada. Primero fueron pequeños regueros de arena y alguna que otra piedra, después piedras mayores y ramas. Finalmente tuvo que esforzarse mucho para seguir avanzando por entre tal desaguisado. Al salir de una pronunciada “paella”, en plena subida, se encontró con un tramo recto que parecía más limpio. Seguramente incitado por el agobio de una conducción tan estresante “roscó el mango” con ganas, sin sospechar siquiera que ciento cincuenta metros después, justo pasado el cambio de rasante, le estaba esperando la misma zanja de unos dos metros de anchura por otros tantos de profundidad, la misma que ya conocía.

    La moto, empujada por la inercia acumulada, saltó limpiamente hasta el lado opuesto, las dos ruedas tocaron con margen suficiente el suelo. El único detalle, el pequeño inconveniente que torció las cosas fue que el asfalto se aguantaba por si mismo, bajo el había desaparecido el firme. El impacto de la rueda trasera lo quebró y a la zanja no le quedó más remedio que disponerse a acoger a ambos.

    Una GS encabritada, con el faro apuntando al cielo y cayendo en vertical es cosa seria. Miguel, en un supremo esfuerzo producido por el pánico se impulsó violentamente hacia atrás con el fin de evitar caer debajo de la GS y voló lo que le pareció una eternidad hasta que una gran piedra ajena a todo lo que sucedía tuvo el primer contacto de toda su milenaria historia con un casco integral de última generación.

    Miguel, inconsciente como estaba, nunca la llegó a conocer, aunque lo cierto es, que tampoco le importó.

    …continuará…
    Amador2010-02-03 01:07:04

    #112741
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    Capítulo 3º (segunda parte)

    Como siempre se despertó de buena mañana, toda una vida dedicada a lo mismo con obligaciones impostergables lo habían convertido en un reloj viviente. Y como cada día, desde hacía ya cuarenta años, siguió con su acostumbrada rutina; sacó al exterior de la cabaña la losa de pizarra donde asara la noche anterior las setas y la volvió a dejar en el sitio de costumbre, volvió a amontonar ordenadamente la leña restante, se aseguró que el rescoldo que aún quedaba del fuego no representara ningún peligro y acabó de acicalar el lugar. Mañana estaría ya lejos y hasta dentro de veinte o treinta días no volvería a pasar por aquí.

    Después de lavarse la cara con agua de su cantimplora y acicalarse subió, siguiendo la linde del bosque, hasta el calvero que había en la parte más alta del prado. Como siempre antes de seguir trashumando el rebaño gustaba de contemplar desde aquel lugar tan familiar el que fue su pueblo natal.

    Se lo imaginó tal y como lo recordaba en su niñez sin importunarlo el que desde ya hacía muchos años solo en contadas ocasiones podía ver alguna otra cosa que no fuese la cúpula del campanario de la iglesia rodeada por una inmensidad de agua.

    El veía también la plaza del pueblo, las eras y los remansos del río, y se veía a si mismo en compañía de los colegas de juventud entrando al bar del pueblo tras dejar a la puerta, aparcadas las trialeras, o tonteando por las esquinas en los prematuros ocasos del invierno con alguna muchacha.

    Con una lágrima contenida, como cada vez que hacía noche en “su” cabaña, pues fue el quién treinta años antes la construyera, descendió con parsimonia por el prado en busca del rebaño que aguardaba inquieto tras la cerca que doscientos metros más abajo servía para contenerlos, se dispuso a seguir con su eterno y anacrónico deambular en busca de pastos.

    Miguel Peyote, el Cabrero de Sant Romà, como también le llamaban, conocedor como nadie del terreno que pisaba no atinó a ver, en medio del prado y oculta por el propio pasto, una profunda rodera dejada, quién sabe como ni cuando, por algún vehículo todo terreno, tal vez una moto parecida a aquellas con las que, junto a sus amigos, se divertía en los pocos días de fiesta que, debido a su trabajo de pastor, tenía.

    Solo le bastó con oír el sonido de su rótula al verse obligada a ceder ante la presión del fémur para ser consciente que jamás volvería con sus animales a aquel lugar. Ahora sí, un grueso lagrimón corrió su mejilla.

    FIN

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