Se acabó el verano, veranum tempus se ha ido.
Se acabó con las reposiciones de series, películas y hasta telenoticias, y también con los sudores, la arena en salva sea la parte, las xanclas y sandalias (que piés más sucios), las ciudades vacias y cansinas, la costa llena y estresante, los mosquitos (trigre y de los otros), el olor a barbacoa (que ya cansa), la música a las tres de la mañana, los amigos en el otro extremo del mundo (ni envidia me dan), las colas, las caravanas, los belgas en coche, las diez de la noche y aún de día, el mar a la temperatura de la sopa, los marineros de ocasión, y sobre todo, sobre todo, las serpientes esas llamadas precisamente “de verano” (¿o será de varano, y son lagartos?), en fin que ya era hora de poder relajarse un poco y descansar de tanta locura.
Bienvenido otoño, no tardes en vaciar lo lleno y llenar lo vacío, y devuelve a los animales, personas y cosas al lugar que les es própio.
El fresquito mañanero, el rocio sobre la moto y como abriga la chupa, la finura en la muñeca (pobre de tí si nó) y la blanca y brillante raya en el suelo, el café calentito a las ocho y el placer de despegar, primero uno y luego el otro, los párpados de las lagañas, el fuego en el hogar (si el fuego en el hogar, ¿que pasa?), el chupito “fin de comida” del orujo de la Moni (una vez por semana), la cena madrugadora y a las diez a la cama. Esto es vida.
Amador2008-09-23 00:46:57