No lo había pensado. Así de fácil y dramático. No lo había pensado.

Pero pensándolo concluyo que se nos crea eso que se ha dado en llamar (queda bien ¿eh?) un conflicto de intereses.
A saber;
A mí me alimenta el ego (que debe ser una cosa griega que todos tenemos dentro de nosotros mismos, y que suele permanecer siempre hambrienta) eso de jugar a “escritor”, y a ti -al parecer (cosa que me sorprende)- te impide cumplir los objetivos periódicos de ventas de libros.

Repito que me sorprende, pero no tengo porqué dudar de tus afirmaciones y te propongo una solución que satisfaga, aunque solo sea en parte, los intereses de ambos:

Yo te cedo los derechos (todos) del que sea mi segundo éxito literario, y a cambio tu me autorizas a seguir jugando. Y digo del segundo porque mi proveedor de “toners” y papel ya hace mucho tiempo que me fía y, hombre, se lo debo.

De todas maneras creo que esta otra cita de OW se adapta aún más a mi mismo:

“Lo peor es cuando has terminado un capítulo y la máquina de escribir no aplaude”

Debe ser que mi propuesta no satisface lo suficiente y como quiera que no es en absoluto mi deseo perjudicar los intereses de nadie en general y mucho menos de tí en particular, tendré que seguir pensando para tratar de encontrar una salida que sí sea satisfactoria para las ambas dos partes.

A mí me place juntar palabras por lo menos tanto como a Mafalda pensar, que es mucho, pero no por ello puedo cargar sobre mi conciencia la ruina del sector editorial y de todos los relacionados, de modo que la solución se hace imprescindible.

De momento, y en tanto no se soluciona, dejaré a mis personajes urmiendo en el limbo de la ficción nonata, y ya se verá.

Mientras, con las manos enfundadas en sendas manoplas para sosegar mis dedos que como halcón de cetrero se mueren por darse un vuelo sobre su particular páramo de caza, que es el abecedario de mi teclado, me daré a la bebida y trataré de olvidar.

Pido desde aquí a mi proveedora ocasional de espirituoso traído desde tierra de meigas que me eche una mano, mejor, un frasquito, un frasquito rebosante del límpido, ígneo y transparente líquido para ahogar mi deseo bañando en él mi vacio interior.Amador2009-12-22 02:10:17

Había aprendido a convivir con el; en las reuniones, en los actos públicos, en los restaurants, incluso en las impersonales habitaciones de los hoteles, el miedo era su más íntimo acompañante.
Iba unido de forma insoslayable a su condición de periodista honesto en un país como Rusia donde palabras como democracia y derechos humanos carecían de todo significado práctico y tan solo eran meros ornamentos dialécticos en los discursos oficiales de sus dirigentes.

Que “Memorial” hubiese recibido recientemente el reconocimiento internacional al obtener el premio Sahkarov no otorgaba ningún salvoconducto para sus miembros, y a pesar que la propia organización dotaba de ciertas medidas de seguridad a sus miembros más destacados, él se sentía hoy particularmente vulnerable.

Una llamada aparentemente rutinaria a su móvil una hora antes le había puesto en guardia. La razón le decía que no debía obsesionarse; oficialmente estaba en Italia de vacaciones, y solo Txerkássov, y tres o cuatro personas más de la organización sabían la misión que tenía encomendada. Pero lo cierto era que los documentos que acababa de recibir en aquel restaurante, de forma disimulada, en una aparentemente cena privada, le pesaban en el bolsillo interior de su gabardina mucho más que el pesado equipo en sus tiempos de corresponsal de guerra.

Esos cuatro folios contenían una demoledora carga que haría temblar los cimientos del Kremlin que se tendría que tragar lo de Chechenia y reconocer su responsabilidad sobre la muerte de Natalia

Una vez recibida la “carga” se había levantado de la mesa con la escusa de visitar el servicio y sin despedirse de su contacto había salido a la calle. Dobló la esquuina, dejó pasar un taxi libre deliberadamente, paró al siguiente y se subió a él.

Esa misma noche los documentos viajarían a través del ciberespacio convenientemente encriptados hasta la sede central de “Memorial”.

…puede que continúe…Amador2009-12-22 23:47:17

Maldita suerte la suya, a menos de diez minutos para finalizar la jornada debía realizar una carrera que le tomaría por lo menos una hora, eso contando con no encontrar hielo en el camino.
El hotel estaba tan solo a siete u ocho kilómetros de la ciudad pero la carretera que llevaba hacia él era revirada y en esta época del año era corriente encontrar tramos helados.

Se mantuvo a una distancia prudente del taxi y cuando hubo comprendido la dirección que parecía tomar, trazó un nuevo plan; lo adelantaría nada más salir de la ciudad y así dispondría de cuatro kilómetros de margen que debería recorrer en el mínimo tiempo posible para poder apostarse en la siguiente curva, tras cruzar el puente , donde el taxista vería perfectamente la moto tirada en medio de la calzada.

Ensimismado en sus propios pensamientos no se apercibió de la roja Ducati que los rebasaba nada más dejar atrás las últimas luces de la ciudad. Y casi no prestó atención al comentario del taxista,

– Otro loco de las motos, ¿Donde debe creer que va?

Casi estaban a mitad de camino y al taxista le pareció que al fin y al cabo no iba a ser tan grave, parecía no haber hielo y transitaban a buen ritmo, solo debería estar más atento en la zona del puente, se hallaba justo en la hondonada.

Podía ver el haz de luz colarse por entre los huecos del muro que hacía las veces de baranda del puente, comprendió que el taxi habría parado al ver la moto en el suelo. Mientras su mano derecha luchaba por seguir aferrada al providencial hierro que sobresalía del hormigón, con los tres dedos de su otra mano busco la Beretta en el bolsillo derecho de la chupa. No estaba allí, en el momento de la caída debió deslizarse hacia el vacío.
No podía más, ocho dedos no eran suficientes para sostener por más tiempo sus ochenta kilos suspendidos sobre el lecho de piedras que cuarenta metros más abajo parecían esperarlo.

Salieron precipitadamente del coche para dirigirse hacia adonde intuían que podía encontrarse el motorista, pero el taxista tuvo otro motivo de queja aquella noche, sus deportivas no fueron diseñadas para correr sobre hielo y quedó extendido boca abajo, con el tobillo incapacitado para andar.

La puñetera herida de su frente le llenaba los ojos de sangre de modo que no vio quién en un esfuerzo sobre humano consiguió atraparlo casi al vuelo e izarlo hasta la carretera.
No le hacía falta, quizás, con suerte y dada su experiencia conseguiría trabajo en alguna imprenta.

FINAmador2009-12-28 00:19:37