A vueltas con el bien y el mal.

Llama la atención, a poco que te detengas a pensar en ello, la cantidad de veces en la vida que damos por zanjado un tema con auto convencimientos mentales del tipo; “no vale la pena”, “déjalo, total”, “ya está bien así, para lo que va a servir”, “va, para lo que te lo han de agradecer”…, y cosas por el estilo

¿A quién no se le ha escapado alguna vez, aunque sea en su fuero interno?; “Aquí mando yo que para eso soy tal”, o “tu que sabrás”, incluso “encima del gran esfuerzo que hago…”

“Déjalo, ya se cansará”, “yo como si llueve”, “poco trabajo debe tener cuando solo se dedica a…”, son algunas más de las sentencias que, irreflexivamente a veces, por interés propio otras, o con total carencia de sensatez las más, utilizamos para justificar lo injustificable, que unas veces es hecho o acto anodino e insignificante y otras ciertamente vergonzoso.

Al llegar mentalmente a la necesidad de ejecutar esas sentencias mentales, bastaría tan solo con concederse diez segundos antes de darlas por buenas y dedicarlos a ver la situación desde la perspectiva del otro, y diez más en analizar nuestro propio grado de satisfacción en cada ocasión que efectivamente hemos optado por ellas.

En ese mínimo lapso de tiempo, a poco que seamos sinceros con nosotros mismos, de seguro que cambiamos el sentido de nuestra decisión y optamos por una salida más digna para nuestra propia persona, más ecuánime para la otra y seguro, seguro, que más eficaz para solucionar la diferencia o el desacuerdo que dio origen a ese primer –y a veces, desgraciadamente- definitivo pensamiento.

Amador2009-04-27 23:48:46