Mal que me sabe pero no ha habido tiempo.
El viernes a altas horas (bajas para muchos) de la madrugada en la casa de importante y apreciada persona y entre sutiles efluvios de nobles prensados (no con los pies), destilados y aromatizados, y mientras los estómagos iban “digestando” variados y dignísimos alimentos, la predisposición de los presentes los hizo coincidir en una idea; llenar la mañana del domingo de camaradería y complicidad.

Así que utilizando uno de esos aparatos que se usan para (a veces) dejar con la palabra en la boca al interlocutor de otro, y otras veces hasta interrumpen el sacrosanto deber de todo bicho viviente de perpetuarse en el tiempo más allá de su propia corta (siempre) vida, marcaron una combinación concreta de guarismos numéricos y consolidaron el plan.

Fue de esa forma como el domingo a las 10:20 horas se reunieron, los confabulados con el que fuera interrumpido a altas horas de la madrugada del viernes, en la Gran Esfera del Norte.

Unos llegaron con las “redomas” de sus “biruedas” llenas, otros, lo hicieron con ellas “no llenas”, de modo que el reloj se convirtió en enemigo a batir.

Para vuestro alivio diré que el cielo era gris, el viento fresquito y el sol ni siquiera era (ser y estar se parecen).

El recorrido escogido fue necesariamente trazado con tiralíneas de punta gorda, es decir lo más recto posible y por el camino más ancho.

A las 11:20 empezó la fiesta:

Embutidos caseros, pan con tomate, vino tinto en porrón y gaseosa, todo en la medida de que fue preciso, vamos sin medida.

“Civet de senglar”, que te…, iba a decir que te cagas, pero hablando de lo que hablamos queda feo. De manera que diré que estaba como jamás había conocido, la leche, ¡uy! ¿Que me pasa hoy?,… que estaba para chuparse los dedos y mojar pan. –Ahora sí-.

Luego otra cazuela con “bacallà amb xanfaina”, que, fijaros bien, a mí que lo único de comer que no me gusta en el mundo mundial es el bacalao, me supo a gloria.

Se nos ofreció además una “vedella amb bolets”, que, cosas de la vida, tuvimos que rechazar amablemente.

Unos frutos secos, unas galletas, la correspondiente “garnaxa”, los cafés y cortados y agua, mucha agua, pusieron fin a las 13:10 el tentempié matutino.

Cuatro de los confabulados partieron raudos a diversas obligaciones; ensayo de pasturets (je, je, je), suegras, suegros, costillas, etc…, los tres restantes decidieron acercarse a una ventana pequeña, coqueta y maravillosa que desde el norte más norte se abre al gran azul.

A las 15:30 deshaciendo el tortuoso camino que lleva a la mencionada ventana e iluminados por una luz de cuento de hadas, los tres más viciosos de todos pusieron fin al complot.

Repito me sabe mal, pero no hubo tiempo. Os prometo que la próxima vez lo habrá.

Ah, se me olvidaba; todo por 10 monedas.

Amador2008-12-08 02:12:43